Ojalá pudiera no estar aquí. Estar entre los brazos de las personas que me aprecian. Huir de esta enorme falsedad. A donde mire, siempre hay alguien a punto de atacar. Una bomba de tiempo a punto de explotar. No hay dónde esconderse, no existe ese gran escudo de cariño que proteje de la hostilidad.
Las lágrimas contenidas y reprimidas son navajas que cortan y dejan sangrando por dentro. Descontrol y locura invaden la mente, todo lo demás deja de ser importante. Hay que buscar algún refugio, hay que volar. Hay que gritar, dejar que todo salga y no dejar nada oculto dentro.
Pero no es tan fácil, no es solo decir. El frío que atrapa el alma no se cura con estufas, es algo mucho más fuerte y difícil de conseguir. El dolor no se puede aliviar con pastillas, ni jarabes, ni masajes. Es un dolor interno que parece imposible de curar.
No se debe dejar que el alma se congele y duela. El hielo es frágil, se puede romper fácilmente. Es necesario mantenerla en un ambiente cálido y suave, que no corte la respiración.
Yo necesito ese ambiente, que me haga sentir única y, quizás, hasta especial. No soy más que una más del montón. No hay nada de único en mí. No hay nada de especial. No hay nada de luz. No hay nada de calor.
No hay nada.